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En momentos en que el país discute temas relacionados con las horas de la jornada laboral y la flexibilidad, es importante  visibilizar uno de los fenómenos más frecuentes y que se repite en todas las áreas laborales. Se normaliza como algo natural asumiendo que “así es la vida…”. Pero no. Así no debería ser la vida.

Patricia Sirebrenik C.

¿Le suena conocido?

Dejar el almuerzo hecho antes de salir al trabajo. Preparar un informe en la oficina al mismo tiempo que se pide hora al médico y se soluciona por teléfono un problema en el colegio de los niños. En la tarde, correr para llegar a casa a tiempo para que los niños no se queden solos. Ocuparse de ellos y terminar el informe que no se alcanzó a hacer en la oficina. Y si queda tiempo y energía, hacer vida de pareja. Pan de cada día.

Por otra parte, el Whatsapp y los correos electrónicos – hoy parte de nuestras vidas –  han posibilitado que los asuntos del trabajo invadan aún más lo privado, incluso los fines de semana. Es decir, este fenómeno de la “doble presencia” es una carga que lentamente se está convirtiendo en un problema 24/7 para todos con gran impacto en nuestra salud mental.  

La definición básica de “doble presencia” la describe como una necesidad de las personas que por motivos de su doble rol, requieren dedicarse durante el tiempo de trabajo remunerado a gestionar sus responsabilidades domésticas y durante el tiempo privado, a realizar aquellas tareas que no alcanzaron a terminar durante su jornada laboral. En simple, “Llevar la casa al trabajo y volver con el trabajo a la casa”.

Roles malentendidos causan mayor impacto en las mujeres

Agotamiento, depresión, estrés, son algunas de las patologías más frecuentes, todas ellas no sólo impactan en la salud y calidad de vida de los trabajadores sino también en su productividad. Si bien, la “doble presencia” no es considerada una enfermedad, sus consecuencias están directamente ligadas a las patologías antes mencionadas.

La psicóloga y Magíster en Antropología y Desarrollo de la Universidad de Chile, experta en el desarrollo de planes preventivos en cultura y psicología aplicada a la prevención, Fabiola Salas Galaz, explica que se trata de una categoría de riesgo que hoy ya se está evaluando a través del cuestionario SUSESO-ISTAS 21 (ver recuadro).

“Generalmente – afirma la sicóloga- se asocia a un problema que enfrentan sólo las mujeres que además del trabajo remunerado deben responsabilizarse del cuidado de los hijos y la marcha de todas las tareas domésticas. Pero también se manifiesta en hombres que están a cargo, por ejemplo, del cuidado de uno de sus padres o familiar con alguna enfermedad discapacitante. Ese desgaste mayor en las mujeres se produce sólo por un mal entendimiento y distribución de roles que ha existido históricamente en el país y el mundo”, señala la profesional.

Según explica Fabiola “la doble presencia afecta a la salud mental, vitalidad y aumenta el estrés. Las personas no logran recuperarse de la fatiga crónica el fin de semana, entonces siempre están cansadas, siempre esperan un espacio para poder descansar y nunca es suficiente”.

La especialista indica que  las estadísticas de enfermedades profesionales publicadas por SUSESO en el año 2018 plantean que las mujeres presentan 72% de las enfermedades mentales, versus un 43% de los hombres.

El dilema de la flexibilidad

Estadísticas que evalúan el tiempo de exposición al trabajo indican que una mujer tiene 2,5 horas de mayor esfuerzo antes de llegar al lugar de trabajo en comparación a la que presenta un hombre. Las personas que no cuentan con ayuda externa o tienen un bajo salario y menor calificación son las de mayor riesgo. Y en ese caso hay que sumarle además el gran tiempo destinado a movilizarse ida y vuelta en el transporte público, especialmente en Santiago, lo que empeora las cosas y aumenta el cansancio.

La flexibilidad laboral en estos días se ha convertido en motivo de discusión política y social en nuestro país. Abstrayéndose de la polémica noticiosa, no son pocos los expertos en salud mental que respecto a la “doble presencia” estiman que una de las soluciones es tener la opción de flexibilidad laboral, siempre y cuando ésta no sea precaria.

“Que haya flexibilidad laboral le permite a las personas poder organizar su tiempo de acuerdo a las actividades que tienen que desarrollar no sólo en el trabajo sino también en la casa y vida privada, haciéndolo de acuerdo a sus necesidades y a lo que tengan que enfrentar. Para eso se debe partir reconociendo que existe el problema”, dice la experta.

La especialista apunta a una responsabilidad compartida. “el desafío lo tienen empresarios, trabajadores y el Estado. Debemos entender y reconocer el desgaste que implica la ‘doble presencia’. Las labores que se desempeñan en la casa deberían ser reconocidas como un trabajo y ojalá recompensado”.

 A juicio de la profesional, es conveniente y necesario evitar las horas extras porque acentúa el agotamiento crónico. Adicionalmente, la experiencia demuestra que en una gran cantidad de casos las horas extras en mujeres no siempre son reconocidas o pagadas.

“Lo que debiera primar es promover el presentismo en la rutina de las respectivas jornadas laborales para que se logre descansar lo suficiente.  Al incrementarlas con horas extras las  personas terminan agotadas”, concluye la sicóloga Fabiola Salas.

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